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El jefe.

Reis, como se titula la película hagiográfica sobre su vida, puede traducirse al castellano como jefe. Así llaman sus seguidores a Recep Tayyip Erdoğan.

A pesar de haber renunciado a los lazos partidarios por requerimiento constitucional, tras ser electo presidente, Erdoğan mantiene absolutamente controlado al AKP, partido que fundara junto al ex-presidente Abdullah Gül y el ex-vicepremier Bulent Arinç, prometiendo modernizar el islamismo, con un enfoque democrático y pro-occidental, con la promesa de insertar a Turquía en la Unión Europea.
El gobierno del AKP se caracterizó por la combinación entre la expansión de políticas sociales, la realización de grandes obras de infraestructura y un programa económico netamente neoliberal, continuando el programa con el Fondo Monetario Internacional. En su inicio, impulsó reformas democratizantes, destinadas a garantizar la libertad religiosa, reducir la tutela del ejército sobre la vida civil, y dar mayores márgenes a las expresiones de cultura kurda, al tiempo que la economía se expandió a tasas altísimas.
El enfriamiento de la candidatura turca a la Unión Europea, la desaceleración del crecimiento económico y el estallido de protestas masivas en Medio Oriente, replicadas parcialmente en Turquía en 2013 modificaron la estrategia del presidente.
Erdoğan aumentó su personalismo y autoritarismo. Los co-fundadores del AKP y sus seguidores fueron desapareciendo de la narrativa partidaria y de los lugares en el parlamento.
La pérdida de la mayoría absoluta en junio de 2015, saldada mediante la ruptura del proceso de paz con la insurgencia kurda, que llevó a su recuperación en noviembre, y el intento de golpe, agravaron la situación.
Dotado de poderes de emergencia, las purgas, la persecución y el encarcelamiento contra toda clase de disidentes se han convertido en la norma.
De origen popular, Erdoğan se identifica con las mayorías religiosas de la población, que recuerdan como sus condiciones materiales mejoraron desde que el AKP llegó al poder, y su identidad religiosa dejó de ser estigmatizada.
Del otro lado, las identidades diferentes de la turca sunnita, tal como laicistas, izquierdistas, alevíes y kurdos se cuentan entre los perseguidos.
Si el miedo de que una victoria acreciente los rasgos autoritarios y personalistas aparece obvio, la derrota podría traer inestabilidad, llevando al presidente a intentar recuperar su popularidad generando enemigos, reales o virtuales, con el propósito de aprovechar las fracturas de la sociedad y aprovechando a una oposición desarticulada y contradictoria para marcar posiciones binarias, entre el líder y percibidos conspiradores contra la nación, la religión o las mayorías populares.

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